El policromado se define como aplicación de diversos colores, inicialmente a las esculturas religiosas, aunque ahora el término se ha extendido a otros ámbitos, entre otros los muebles de madera. El objetivo inicial de la policromía era dar realismo a la figura. Las etapas originales de la policromía son:
Aparejado: que es la preparación de la madera para recibir los pigmentos, consiste en el caso de esculturas en la limpieza del polvo, sutura de nudos y cierre de griestas con uso de colas o pigmentos naturales
Enyesado: cubierta de yeso de la escultura en madera. En las zonas destinadas a las encarnaciones se ponía una capa de albayalde o carbonato básico de plomo, usado como color blanco o aparejo. Sobre estas capas pulidas se aplicaba la pintura con un barniz brillante.
En los muebles se pueden usar estas técnicas también en determinadas zonas que tengan relieve, pero en general se suelen sustituir por otros procedimientos a base de productos químicos de uso más común en la fabricación de muebles.
Los siguientes pasos que en teoría se llevan a cabo en la policromía sería el encarnado, que es la policromía de las partes desnudas de una escultura, generalmente rostros, pies, torsos, manos y brazos, así como el dorado, técnica que consiste en cubrir una superficie mediante láminas finas de oro o pan de oro y por último el estofado, fase de la policromía que consiste en aplicar color sobre el oro para formar ornamentaciones que asemejen telas o tejidos.
El gusto por la riqueza de tonos de color predominó en los siglos XVII y XVIII, con el fin de realizar el carácter realista y doloroso de la escultura. Los tonos más usados fueron el rojo, el morado, el azul y el violeta, con los que se pretendió imitar las heridas de Cristo en la Cruz, los estigmas o los castigos corporales experimentados por santos, etc, etc